Aunque con una elevada prevalencia en todo tipo de afecciones del aparato respiratorio la hipersecreción crónica de moco se ha asociado con limitación crónica del flujo de aire, particularmente con EPOC. Sin embargo, sobre la base de su estudio longitudinal en 800 hombres seguidos durante 8 años, Fletcher y colaboradores (BMJ, 1977) concluyeron que había dos trastornos distintos pero comúnmente asociados: la hipersecreción de moco con infecciones recurrentes de vías respiratorias y la obstrucción de las vías respiratorias con enfisema.
Ambas condiciones se benefician de la suspensión del hábito de fumar que puede resultar en una normalización del deterioro del FEV1 y remisión del exceso de producción de moco. Otra de las conclusiones de este estudio es que la hipersecreción de moco no es definitoria de susceptibilidad para el desarrollo futuro de limitación de flujo de aire; es decir que, también los fumadores que no padecen este trastorno tienen un alto riesgo de limitación del flujo de aire.
Por otra parte, otros muchos ensayos clínicos (Int J Epidemiol, 1979; Am Rev Respir Dis, 1986; Thorax, 1990; Eur Respir J, 1995; AJRCCM 1996) sugirieron que la presencia de moco no era tan inocente como lo había descrito Fletcher y que existía una relación no trivial entre esta condición, la disminución del FEV1 y la muerte por EPOC. Al respecto, Lange y colaboradores traen a colación un ensayo clínico de Allinson y colaboradores (AJRCCM 2016) que comunica una asociación fuerte entre la hipersecreción de moco y el tabaquismo. Este estudio realizado en una cohorte británica con más de 4.000 hombres y mujeres nacidos en 1946 observados entre los 20 y 64 años de edad (aproximadamente 1.300 individuos evaluados en seis ocasiones), informa, además, un aumento de la prevalencia con la edad, pero con fluctuaciones de incidencia y la remisión.
Un dato muy importante es que en mayores de 50 años dejar de fumar resulta en una reducción de la hipersecreción de moco a los niveles observados en nunca-fumadores. También se notó una correlación inversa entre la hipersecreción de moco y la función pulmonar (FEV1). Otra observación interesante es que en las personas de 60 a 64 años de edad con limitación del flujo de aire la prevalencia de síntomas crónicos fue sólo del 30% lo que se atribuye a muchos han dejado de fumar. Ello coincide con el concepto de que la tos y el esputo remiten al cesar el hábito tabáquico, mientras que no sucede lo mismo con la limitación del flujo de aire.
Conclusión
Los autores de este comentario editorial destacan los siguientes puntos del estudio de Allinson y colaboradores.
No se sugiere que todas las personas que desarrollan EPOC tienen los mismos síntomas ni tampoco un mismo curso de evolución de la función pulmonar.
Se distinguen diferentes genotipos clínicos.
Se reconoce que la fase inicial de la EPOC puede, en algunos casos, caracterizarse por presencia de hipersecreción de moco, pero no necesariamente en todos.
Se advierte sobre la necesidad de estar alerta ya que aún en individuos con pulmón normal la hipersecreción de moco no es un desorden inocente y puede preceder y aumentar la limitación del flujo de aire.
Los autores concluyen que a pesar de las virtudes del estudio de Allinson aún persisten dudas ¿en fumadores de mediana edad la hipersecreción de moco representa una fase temprana del desarrollo de la EPOC?; ¿todos los fumadores que terminan con limitación del flujo de aire pasan por una fase de hipersecreción de moco?.
Acceso al resumen
Peter Lange, Jørgen Vestbo. Chronic Mucus Hypersecretion and the Natural History of Chronic Obstructive Pulmonary Disease. American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine, 2016:193 ( 6): 602-603