El síndrome de Guillain-Barré es, fundamentalmente, una enfermedad neurológica. Se produce cuando el sistema inmunitario reacciona contra los nervios dañándolos.
Si bien la causa es desconocida, en la mayoría de los casos se puede establecer que hubo una infección, pulmonar o gastrointestinal, pocos días antes de que aparecieran los síntomas.
Se sugiere que alguna proteína de las bacterias o virus que produjeron la infección se parece a las proteínas normales de los nervios, de manera tal que los anticuerpos al no poder establecer la diferencia atacan a ambos por igual.
Es más común entre los 30 y 50 años, con una ligera preponderancia en los hombres.
Síntomas
Los síntomas del síndrome de Guillain-Barré incluyen adormecimiento y hormigueo en las extremidades y pérdida de fuerza. En la mayoría de los casos los síntomas comienzan en las piernas y luego ascienden a los brazos.
Los trastornos se presentan a ambos lados del cuerpo. En algunos casos se afectan los músculos de la cara y los de los ojos.
Compromiso respiratorio
En aproximadamente un tercio de los pacientes se asocia compromiso de los nervios que inervan los músculos respiratorios.
Una de las principales complicaciones en esta situación es la neumonía, relacionada con la disminución del reflejo de la tos y dificultad para eliminar las secreciones, y disfunción del mecanismo de la deglución con riesgo de aspiración.
También ocurren otras alteraciones que causan disminución de la oxigenación de la sangre. En los casos más graves de parálisis de los músculos respiratorios se requiere ventilación mecánica.
Los síntomas pueden desarrollarse y progresar muy rápidamente (en pocas horas) o lentamente (en 3 a 4 semanas).
Usualmente llegan al punto máximo días o semanas después de iniciarse y se estabilizan por algunos días, semanas o, a veces, meses.
Tratamiento
No hay, hasta el momento, un medicamento para curar el síndrome de Guillain-Barré.
Las inyecciones de inmunoglobulina (anticuerpos) es uno de los recursos más utilizados y ayuda a acelerar la recuperación.
Fundamentalmente, el manejo de esta afección consiste en mantener la función respiratoria, esto puede requerir a veces colocar al paciente en un respirador.
También es necesario controlar de cerca la función cardiaca y vigilar que no ocurran infecciones hasta que desaparezcan los síntomas y asegurar el estado nutricional.
Superado el episodio agudo, la mayoría de las personas debe realizar tratamiento de rehabilitación para recuperar completamente su movilidad y fuerza muscular.
Este proceso demanda algunas semanas. En algunas personas (15%) puede persistir una debilidad leve.