En el siglo VIII a. C., el asma fue citada en varios pasajes del poema épico griego La Ilíada. En una de las escenas Héctor, perseguido por Aquiles, corre alrededor de las murallas de Troya, en la tercera vuelta le falta aire, y es entonces cuando aparece el vocablo hasmati, una palabra casi onomatopéyica cuyo prefijo has evoca el sonido de una respiración difícil y sibilante.
El mismo Héctor sufre un ataque de asma cuando uno de sus contrincantes le acierta una piedra en el pecho y él es atacado por un ahogo. También uno de los aqueos sufre este mal al padecer el acoso de muchos troyanos "fue presa de un penoso jadeo continuo y un sudor abundante le corría por doquier y no podía de modo alguno recobrar el aliento".
Según Hipócrates (460-360 a.C.) el asma era un síntoma que reflejaba un desequilibrio de los “humores del cuerpo”, él mismo sugirió que esta condición era más frecuente en la infancia y podía ser hereditaria.
Arataeus de Capadocia en el siglo II d.C., escribió "los pulmones sufren y las partes del cuerpo que ayudan a respirar se compadecen con ellos" … "buscan ansiosamente los lugares abiertos ya que ninguna casa parece adecuada para su respiración".
Por su parte el gran Maimónides enseñaba que "esta enfermedad tiene muchos aspectos etiológicos, no puede ser tratada sin el pleno conocimiento de la constitución del paciente. Además, no tengo ninguna cura mágica que pueda relatar."
Una de las consultas más curiosas relacionadas con el asma fue la que hiciera John Hamilton, Arzobispo de Saint Andrew' en Escocia, a Gerolamo Cardamo en 1552. Cardamo escribió más de veinte folios basando sus conclusiones en la suposición de los "vapores" o fluidos ascendían desde los pulmones hacia el cerebro y desde allí eran expulsados hacia la atmósfera. El médico consideraba que el cerebro del Arzobispo era "caliente", y además de prescribir una serie de insólitos preparados que debían untarse en el cráneo, duchas frías y masajes con trapos secos y fríos, indicó al paciente salir de sus habitaciones mal ventiladas y llenas de humo, tomar aire fresco y le prohibió dormir en su colchón de plumas. Este fue el primer caso conocido de control ambiental y evitación de alérgenos.
En el siglo XVII, Thomas Willis escribió “cualquiera sea la causa que provoque el hervor de la sangre: el movimiento del cuerpo o de la mente, el exceso de frío o de calor intenso, el beber vino, el deseo sexual y aún a veces el mero calor de la cama pueden causar, en aquellos que están predispuestos, un ataque de asma".
Durante los años 1930 a 1950 el asma se consideraba una enfermedad psicosomática; los psicológos decían que “las sibilancias de un niño son vistas como un grito reprimido por su madre”. Recién en la década del 60’ se la reconoció como una enfermedad inflamatoria.