El cigarrillo electrónico se inventó en China en el año 2000 y se patentó en Estados Unidos bajo el número de referencia 8,490,628 B2 como “un cigarrillo de atomización electrónica que funciona como reemplazo para dejar de fumar y como sustituto de los sustitutos de los cigarrillos”. Desde entonces se los ha promocionado como alternativas saludables al tabaquismo aún antes de contar con evidencias suficientes acerca de su eficacia y seguridad.
Promoción de consumo
Grana y colaboradores se refieren a las estrategias usadas para difundir su uso. Análisis de sitios web de venta y distribución de cigarrillos electrónicos, publicidades de televisión, diarios, revistas, etc., revelan que este producto se promociona como “más sano que el tabaco”, de bajo costo, apropiado para ser usado en cualquier lugar incluyendo en aquellos alcanzados por las leyes de ambiente libre de humo de tabaco. Un alto porcentaje de las gráficas y videos resaltando su característica saludable está a cargo de profesionales médicos y el mensaje de la mayoría de estos sitios es que “solamente producen vapor de agua inocuo”. Los autores consideran que este tipo de publicidad masiva alienta el uso recreacional de un producto que contiene una sustancia con alto potencial adictivo como es la nicotina. A propósito citan una encuesta realizada a adultos fumadores o que habían abandonado el hábito recientemente expuestos a avisos televisivos de cigarrillos electrónicos. Se observó que el 34% de aquellos que los habían usado tenían más probabilidades de pensar en fumar después de ver estos comerciales en comparación con los no usuarios, lo cual es interpretado como que este tipo de mensaje induce pensamientos acerca del tabaquismo y urgencia por fumar.
Los autores advierten que la industria continúa produciendo cigarrillos con tabaco en tanto lanza sus líneas de cigarrillos electrónicos, al mismo tiempo que despliega políticas de “derechos de los fumadores” y argumentan contra la inclusión de advertencias de salud en las marquillas.
Efectos sobre la salud
La revisión conducida por Grana y colaboradores incluyó 82 ensayos clínicos con datos originales, indexados en PubMed, en idioma inglés, e informes técnicos publicados por organizaciones de salud y sitios de Internet de relevancia científica.
En primer lugar los autores se refieren al contenido de los dispositivos. Una de las características más relevantes atañe a la falta de coincidencia entre la concentración de nicotina anunciada en los rótulos y lal que realmente se halla en el vapor expelido por el dispositivo electrónico. Estudios de absorción de nicotina revelan que los niveles séricos son similares a los alcanzados con un cigarrillo convencional (Psychopharmacology 2013; Inhal Toxicol., 2013). Los propelentes usados para generar el aerosol (propilenglicol, glicerol) constituyen otro de los riesgos para la salud. La exposición al propilenglicol causa irritación ocular y de las vías respiratorias; de hecho a esta sustancia se atribuye el aumento de la resistencia de la vía aérea evidenciado en la espirometría realizada después de consumir un cigarrillo electrónico. También hay una variabilidad importante en el contenido de nitrosaminas, sustancias carcinógenas (hidrocarburos aromáticos policíclicos, aluminio), aditivos de sabor y olor (tabaco, mentol, café, frutas, etc.) y otros tantos químicos como acetaldehído, acroleína, tolueno, cadmio, etc. Estudios de citotoxicidad en humanos y modelos animales muestran daño de las células madres embrionarias y neurales. La amplia variedad de diseños resulta en diferencias notables respecto de la modalidad de calentamiento y evaporación de los químicos contenidos en la solución y la intensidad con que “contaminan” el aire. Un dato no menor es que, excepto el mentol, los otros aditivos han sido prohibidos en Estados Unidos.
La partículas ultrafinas (100 a 200 manómetros) que conforman el vapor liberado por estos dispositivos es otro aspecto fundamental. Existen evidencias que la exposición frecuente a partículas finas y ultrafinas de tabaco u otros contaminantes ambientales, y sus altos niveles a corto plazo, actúan como desencadenantes de procesos inflamatorios sistémicos con riesgo para la salud cardiovascular y de las vías respiratorias. Estudios específicos con cigarrillos electrónicos muestran depósito de las partículas a nivel alveolar con pasaje a la circulación en una proporción del 20 a 25% a la observada con el cigarrillo común, y alta concentración en el aire ambiente. Asimismo, el calentamiento del líquido y las fibras que lo filtran genera metales pesados como estaño, níquel y cromo. Los autores hacen hincapié en que existen efectos biológicos asociados a la exposición pasiva al vapor emanado de estos dispositivos.
Cesación del tabaquismo
Los autores analizaron ocho estudios en los que se evaluaba el aporte del cigarrillo electrónico a la cesación del tabaquismo. El análisis conjunto de estos estudios mostró que, en un contexto real, el uso del cigarrillo electrónico se asoció con una tasa significativamente menor de probabilidades de abandonar el hábito de fumar cigarrillos. Más aún, se comprobó que muchos individuos disminuían el número diario de cigarrillos convencionales pero combinaban esta conducta con el uso de cigarrillos electrónicos. Este dato es importante si se tiene en cuenta que, según el informe 2014 del US Surgeon General “para evitar los riesgos de muerte prematura por causas relacionadas con el tabaquismo disminuir el numero de cigarrillos diarios es mucho menos efectivo que suspender definitivamente el tabaquismo“. Además, el riesgo de cáncer asociado al tabaquismo se relaciona, fundamentalmente, con la duración del hábito.
La prevalencia de uso se ha casi duplicado entre 2008 y 2012 y, si bien son los varones los más conocen acerca de este producto mayormente los usan las mujeres. En orden de frecuencia el cigarrillo electrónico está más popularizado entre los fumadores, seguidos por los ex fumadores y mucho menos por los no fumadores; es decir que el uso concomitante de cigarrillo electrónico y cigarrillo convencional es el más usual. Estas mismas tendencias se observan entre los jóvenes y adolescentes, siendo un dato alarmante que muchos de ellos nunca han probado un cigarrillo convencional lo que significa que el cigarrillo electrónico ha sido la puerta de entrada al consumo de nicotina.
Políticas regulatorias
Países como Argentina, Brasil, Canadá, y Uruguay han prohibido su uso. Estados Unidos aún no cuenta con políticas regulatorias. En la Unión Europea los cigarrillos electrónicos con concentración de nicotina > 20 mg/ml (similar a un paquete de cigarrillos) quedan sujetos a las regulaciones de los organismos de salud y, se estipula que estos dispositivos deben ser a prueba de niños, con información detallada de los ingredientes y advertencias de salud. El Reino Unido lo exime de las restricciones inherentes al tabaquismo.
Comentarios finales y conclusión
Los autores concluyen que los estudios analizados no han logrado demostrar que el cigarrillo electrónico fuera menos dañino para la salud que el consumo de cigarrillos convencionales. A ello se suman las evidencias de doble uso que favorecen la continuidad del hábito y el fomento de conductas de iniciación en el uso de nicotina en la juventud.
Los autores consideran prioritario que los médicos alienten a sus pacientes a abandonar totalmente el hábito de fumar y adopten las recomendaciones basadas en la evidencia: preguntar, asesorar, evaluar, ayudar y organizar. Al respecto advierten que las terapias farmacológicas de eficacia y seguridad probadas, que cuentan con la aprobación de la FDA, son el reemplazo de nicotina, vareniclina y bupropión. En el caso de pacientes que lo usan recomiendan proporcionar información acerca de la falta de regulaciones, el contenido de químicos tóxicos, la ausencia de evidencias acerca de su poder para contribuir a la cesación del tabaquismo y, fundamentalmente, sobre la falta de estudios de seguridad a largo plazo. Asimismo, se le debe recomendar que no lo use en ambientes cerrados ni cerca de los niños.
Acceso libre al articulo original
Rachel Grana, Neal Benowitz and Stanton A. Glantz. E-Cigarettes: A Scientific Review. Circulation. 2014;129:1972-1986